lunes, 11 de febrero de 2013

Que se queden y aprendan


Hace poco leí un artículo de Risto Mejide en El Periódico, “Largaos” llevaba por título. No es la primera vez que leo algo así, y me pareció incluso suave viniendo de una persona tan severa como él. Y es que no es suficiente con que se vayan, en el caso de que alguno de ellos quisiese hacerlo. Si se van sería como extirpar un cáncer y dejarnos una parte para que la metástasis siga matando el cuerpo de nuestra nación.

La solución no es que se vayan, pero tampoco que se queden tal como están, sobra decirlo. ¿Qué hacer, pues? O, mejor dicho, ¿qué hacer de nuevo? Y es que el pueblo español ya ha mostrado su voluntad decenas de veces en el corto periodo que este gobierno lleva arrasando el país con sus medidas descabelladas y sus sablazos a la espina dorsal de todo país civilizado: su cultura y el bienestar de sus ciudadanos.  Nos hemos echado a la calle con pancartas, con la voz en grito, hemos hecho acampadas, nos hemos enfrentado con valor a las porras de sus lacayos, y no hemos conseguido nada. Escudados en su mayoría absoluta, esa que consiguieron mintiéndole a los crédulos que quisieron creerles, o a los inocentes que sus antiguas medidas dejaron sin la capacidad de ver más allá de sus palabras, se atrincheran en el poder, parapetados en la legalidad de su posición.

Es precisamente esa legalidad, la que ellos controlan y la que nos hacen creer que nos pertenece a todos, la que nos impide tener margen de maniobra. Esa legalidad anticuada y perfectamente articulada para que la democracia construida en 1978 se asemeje más a la España franquista que a cualquier democracia occidental. Y es que la mayoría absoluta que contempla este sistema decadente y anacrónico  se parece más a una dictadura que a una mayoría absoluta parlamentaria. Este gobierno “democrático” y civilizado hace oídos sordos a su pueblo movilizado, carga impunemente contra sus ciudadanos y hasta viola su propia constitución. Pero es que, para colmo, resulta que estos señores parecen no tener suficiente con llenar sus bolsillos con las arcas del Estado mediante infladísimas dietas y acumulando en su persona varios cargos (como la señora Cospedal); encima resulta que estos que dicen representarnos (representación de lujo, dicho sea de paso) también meten la mano en arca ajena, sobre mediante, y roban al pueblo al que ya intentan someter. Y, lo peor de todo, es que lo desmienten sin sonrojarse un poco, lo desmienten incluso cuando las pruebas son más que evidentes e, incluso, los medios que siempre los habían apoyado les dan la espalda.

Cada vez más solos, pero cada vez más atrincherados en su mayoría absoluta cuasi autoritaria, se seguirán riendo de nosotros mientras que intentemos luchar contra ellos a través de los medios de su legalidad decadente. Ha llegado la hora de cambiar la acción, de cambiar nuestro modo de actuar. Basta de acampadas que acaban desembocando en talleres hippies (con todos mis respetos), basta de manifestaciones puntuales por un itinerario autorizado por su legalidad autoritaria, basta de obedecer mansamente cual siervos las órdenes de unos amos que no debemos tener, basta de responder a su violencia política con pacifismo democrático.

Si ellos mismos no respetan las instituciones de este Estado decadente, llenando sus bolsillos con dinero no declarado, pagando confetis por valor de 4.000 € y payasos por valor de 10.000 € (disculpen si me da la risa sarcástica), nosotros no debemos de respetar su legalidad. Es hora de una insumisión cívica como nunca antes se haya visto, una insumisión bajo los valores del pacifismo, pero con alto grado de pesadez. Se deben de acabar las acampadas y las manifestaciones puntuales, debemos de ser tan constantes y pesados que ni dormir puedan. Debemos de molestarlos en sus coches, en sus casas, en su lugar de “trabajo”; debemos incordiarlos, amenazarlos, sacarlos de quicio, manchar las fachadas de sus chalets, ajar sus trajes de seda, tildar sus pieles de la pintura de la vergüenza. Y quizás así, después de días, semanas, meses o años, estos totalitarios amigos de lo ajeno aprendan a respetar a aquellos a quienes deben su cargo y cumplir su misión de gobernar para el pueblo con el pueblo.

Así pues, que se queden, y que disfruten de las lecciones que el pueblo les debe dar.

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