miércoles, 13 de febrero de 2013

El precio de la bonanza

"Un país desarrollado no puede basar su desarrollo solo y exclusivamente en la economía, porque la economía misma acabará por devorarlo"


Ayer leí en el diario El País que la entidad financiera estadounidense Morgan Stanley afirmaba en uno de sus informes sobre nuestro país que "España será la próxima Alemania", alegando que los bajos costes de producción y de energía haría que aumentasen de forma considerable las exportaciones. No soy un experto en economía, y no tengo por qué poner en duda el análisis de una compañía que basa su éxito en la especulación y en analizar la economía para invertir en los sectores con mayor expectativa de éxito.

Así pues, Morgan Stanley nos transmite, de forma indirecta, un mensaje de esperanza y optimismo en nuestra economía, y arroja credibilidad a un gobierno que a nuestros ojos cada día es más ineficiente. De este modo, nos encontramos con que estos políticos de los que tanto nos quejamos resulta que, a fin de cuentas, y con algún caso de corrupción de por medio, están haciendo un buen trabajo.

Pero la pregunta es ¿a qué precio? Un buen trabajo no significa que estén desarrollando bien la labor para la que fueron elegidos. Al contrario, están haciendo una buena labor para aquellos que los azotan con el látigo europeo de la crisis. España será dentro de cinco, diez o mil años como Alemania económicamente, pero quizás sea como China socialmente. Un país desarrollado no puede basar su desarrollo solo y exclusivamente en la economía, porque la economía misma acabará por devorarlo. ¿De qué sirve al pueblo español que el gobierno, los bancos y las grandes empresas tengan miles de millones de superávit si ellos se mueren de hambre? El error de demasiados hombres poderosos en este tiempo que nos ha tocado vivir es el de pensar que todo se basa en la economía, sin pensar que son las personas las que la hacen posible, y que estas tienen otras motivaciones y necesidades.

¿A qué precio está el gobierno (si es que realmente es así) sacando a España de la crisis económica? Pues la está sacando a base de asfixiar al que menos tiene para que el que más tiene no pierda nada y el que menos tiene lo pierda todo. Entonces, en sus estadísticas europeas podrán decir que el gobierno, como los niños buenos, aprueban en la asignatura de cumplir el déficit, y que las empresas son competitivas porque tienen un amplio margen de beneficios. Y, sin embargo, no mencionarán en sus estadísticas desprovistas de humanidad que para que su despiadado edificio económico funcione han tenido que pisotear los derechos y las libertades de unos ciudadanos que viven en un supuesto Estado de derecho, con cada vez más hambre y menos libertad.

La solución no está en recortar en derechos tan necesarios y fundamentales como la educación o la sanidad, al contrario, debemos cambiar la mentalidad a través de la educación para no volver a caer en los mismos errores. ¿De qué sirve ahogar al pueblo y privarle cada vez más de derechos por salvar la economía si no se le educa para que no vuelva a caer en la trampa del capital? La solución no es solo sacar a España de la miseria económica en la que nosotros mismos (unos más y otros menos o nada) nos metimos; sino que se debería de sacar paulatinamente de la crisis a la vez que se instruye a los ciudadanos más humildes en el modo no caer de nuevo en una situación parecida. La solución, pues, está en la educación, y no en los recortes despiadados. Pero quizás, después de todo, que el pueblo sepa demasiado no les convenga a los poderosos, e incluso, quizás, las crisis periódicas le sirvan a los grandes magnates para controlar periódicamente a un pueblo trabajador que cuando se encuentra demasiado desahogado comienza a pedir más derechos y libertades. Quizás las crisis convengan más a los poderosos de lo que nosotros nos creemos, y nosotros, crédulos inculto en macroeconomía, estamos de acuerdo con eso de que todos tenemos que esforzarnos para sacar la situación adelante. Quizás estemos sometidos con grilletes mentales al amo del mundo: el capital. Y, quizás, deberíamos de cambiar todos los quizás anteriores por una rotunda afirmación si queremos ver la realidad del mundo en el que vivimos. Quizás.

Por todo esto, yo, como ciudadano español, no deseo ser la próxima Alemania, ni me siento esperanzado ni aliviado con un informe como del que les hablaba al principio del texto, pues sus términos puramente económicos no recogen el padecimiento humano que la bonanza que pronostican conlleva. Si quieren mi humilde opinión, prefiero ser la próxima Finlandia o Suecia, países donde la educación está por encima de muchas otras cosas, países que quizás no son una potencia económica mundial, pero en el que la amplia mayoría de sus ciudadanos tienen un alto nivel cultural y de vida. Y es que prefiero un país donde la amplia mayoría de sus ciudadanos vivan bien a otro que se codee con los poderosos mientras el peso de ser una potencia aplasta al pueblo.

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