sábado, 12 de noviembre de 2011

Reflexiones de un alma cansada

Un viejo mira la televisión, con el semblante serio y cansado, recostado en su sillón, presa del desánimo. Ese viejo, veterano de la vida y del tiempo, fue otrora un joven inexperto, lleno de vitalidad, sus ojos tenían el brillo de la ilusión, su piel era tersa y suave, su rostro albergaba una sonrisa juvenil llena de esperanzas y sueños, pero todo eso había acabado. Hacía ya mucho tiempo que aquello le había sido arrancado a base de derrotas, de desilusiones, de heridas y de muerte.

Siendo muy joven, recordaba melancólico el  anciano, encontraba sentido y diversión a todo. Eran tiempos diferentes, tiempos románticos en los que todo podía suceder, eran tiempos de oro en la literatura y el arte, tiempos agitados en lo político, tiempos en los que el Congreso era la viva imagen de las calles, pluralidad política, discusiones desde ideologías determinadas, enfrentamientos verbales comparables a las mejores batallas épicas, eran tiempos también de pistolas y sangre, tiempos en los que si te encuadrabas claramente en una ideología peligraba tu pellejo, y, sin embargo, ¡que tiempos aquellos!

Ahora, sin embargo, el romanticismo se había perdido y no, no era fruto de su vejez, el anciano sabía que si las cosas hubieran sido diferentes su ilusión y su vitalidad habrían seguido vivas en su corazón, y habría hecho lo que su cuerpo de 95 años le hubiese permitido, pero todo aquello se había perdido. Estaba delante de uno de los culpables de aquello, del invento más diabólico que había conocido, la televisión. Con este medio rápido de difusión de noticias cualquier cosa que se dijese parecía, al menos, creíble, y más para los inexpertos jóvenes. Este invento podía haber sido el filón de la cultura, de las artes y del progreso, y sin embargo tenía que ver todos los días como espiaban a famosos, como criticaban, discutían, gritaban cosas sin sentido, como rebuznaban cosas que enrojecerían al más inculto de su época. La televisión era una de esas cosas que habían hecho perder el romanticismo a la época que vivía, ha quitado el alma a los jóvenes, les priva de leer, de reflexionar, de disertar, y a cambio les da discusiones banales e ídolos de risa. En ese invento que ahora tenía frente a él no eran ídolos los mejores escritores o pintores, no lo eran las personalidades más cultas y selectas de las letras y las ciencias, muy al contrario lo eran los borregos más patéticos, la escoria más deplorable de la sociedad, y la gente le aplaudía cual héroes inmortales. Este país le daba lástima.

Pero más lástima se daba él mismo, pues vivía en aquel nido de oscuridad. ¿Cómo había permitido él y los de su generación aquello? Era algo que no se explicaba, no se habían dado cuenta de aquello hasta que les había explotado en sus ancianas y arrugadas caras, cuando el poder de reacción fue nulo; había sido una emboscada bien preparada y mejor ejecutada, y además contó con gran apoyo del pueblo, lo que fue fundamental. Y ahora había anidado en su cultura y en sus corazones, envenenándolo todo, haciendo que las sombras se expandiesen por una sociedad pasiva y sin ganas de luchar, por una sociedad que prefiere ver que hacen otros a hacerlo ellos mismos, y él y sus coetáneos tenían la culpa, pues este país era fruto de lo que ellos hicieron, o dejaron de hacer, en el pasado.

Se sentía triste, pero sin embargo pronto su orgullo apareció. "Di mi vida por la libertad, luego di mi libertad por luchar por la libertad de todos, y más tarde tuve que huir de la tierra que me vio nacer, tuve que partir al exilio expulsado de mi país, hice todo lo que pude, pero los poderes que siempre han regido este país, y no yo, son más fuertes y han posibilitado esto; ese conservadurismo, esa religiosidad barata fruto del atraso de una sociedad que siempre ha sido decadente, tiene la culpa de esto. Sólo dos o tres pinceladas ha habido de luz en la historia de este oscuro y atrasado país, y siempre han sido apagadas por la fuerza de las armas. Las armas han matado a las mentes más brillantes de generaciones enteras, las han hecho exiliarse, las han acallado bajo la amenaza constante de la muerte, las armas han arrancado la libertad y la democracia de las manos del pueblo y las han arrojado al mar. Siempre que han peligrado los intereses de unos pocos un batallón de palurdos, retrógrados y extremistas se ha levantado para eliminar cualquier trazo de igualdad."

Y cuando parecía que todo eso era fruto del pasado, cuando la democracia volvió triunfante, no supimos que hacer con ella tras cuarenta años de cautiverio y exilio, pusimos tantas ganas en alcanzar un objetivo, que cuando este nos fue concedido nos asustó la inmensidad de su esencia. Con miedo a todo y a todos constituimos lo que hoy somos, y de ese miedo ha nacido lo que hoy repudio -piensa el anciano-. Miro esta caja con imagen y sonido y veo como dos señores, a cada cual más incompetente, faltos de carisma y de razón, guiados cual títeres por los hilos de sus partidos, se atacan con serpentina y se defienden con confeti, participan en una fiesta privada en la que todos colaboramos pero solo ellos disfrutan, somos el catering de dos peces gordos que se turnan en el gobierno de este país - sigue pensando la lúcida mente de un anciano de 95 años-.

Apagó la televisión y se dirigió a su cama. Pensar aquello no le había hecho ningún bien; tenía que tomarse las pastillas que lo calmaban. Se sentó en la cama y siguió pensando mientras aquellos placebos de felicidad hacían efecto. Había sacrificado su juventud, su familia, sus amigos, su felicidad, toda su vida, porque la tierra de sus abuelos tuviera al fin lo que se merecía. Había luchado en la guerra, había matado, había sentido el beso caliente y demoledor de varias balas, había vivido cuarenta años lejos de la tierra que le vio nacer, con una nostalgia que le consumía. Había visto morir a cientos de camaradas que tenían en el brillo de sus ojos la misma ilusión que él, camaradas que habían dado su vida perdiéndola en el campo de batalla, al igual que él la había dado sin perderla, para que ahora todo su sacrificio haya caído en saco roto, para que tengamos una libertad, si, pero no una democracia verdadera, para que siga habiendo unos pocos que hagan con el destino de unos muchos lo que les venga en gana. "Es la triste historia de este país, un país por el que luché y en el que creí, pero por el que ya he perdido la fe", pensaba el veterano soldado de la vida mientras sus pastillas adormecían su espíritu cansado.

3 comentarios:

  1. Hola!!!!
    Un gusto, muy buen blog de relato, es lo admiro, porque no lo se hacer, por eso público un 99% de fotos y el resto relato, así que bienvenido.....
    Un abrazo de oso.

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    1. Hola, yo tampoco estoy de acuerdo con este progreso que esta acabando con la poca cultura que queda, La television como otros inventos de telecomunicacion, ha sido muy bueno para el progreso en comunicacion rapîda, pero y donde queda el tiempo de aprender las cosas leyendo en un libro .? donde esta el dialogo con la familia, los amigos y demas si no queda tiempo ni para dormir ? Ahora con la telefonia movil y el ciber aun peor....y el mundo cada vez corre mas de prisa acudiendo a las redes sociales, que de sociales...... nada de nada, solo es un engaña bobos. saludos.

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  2. Mi enhorabuena, más sincera. Sobretodo porque yo también me dedico a la pluma ;)

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