miércoles, 16 de noviembre de 2011

Utopía

Allende de estas tierras, donde el Sol ilumina corazones y destruye las sombras, más allá de la noche eterna que se cierne sobre nuestros pastos y nuestras cosechas, se encuentra Utopía,  el reino de lo imposible,
de las fantasías y los sueños, de la ilusión y el descaro. Se localiza en la región de la imaginación, cerca de valle de las artes, atravesado por el río de las letras. Allí no hay mentiras ni tristeza, es un mundo por construir, donde los hombres levantan sus sueños sobre el respeto y la confianza en sus semejantes, en armonía con Dios y con la naturaleza. Se trata de un valle idílico, teñido por el color del deseo y sembrado de esperanza.


Los utópicos son gente sin parangón, viven en la paz de su sueño, alimentados de estrellas y saciados con el Sol, ajenos a cualquier vicisitud, no hay necesidad en sus corazones ni en sus almas, no hay otra ambición en sus mentes más que la del conocimiento. Recorren los senderos de la imaginación, cultivan la belleza en las artes, pintan campos de colores sembrando acuarelas sobre laderas de lienzos, navegan por las letras y se sumergen en ellas, sacando a la superficie con delicadeza y mimo el fruto de su seno, la tierna poesía y la magnánima literatura. Son artesanos de la filosofía, elaborando preciosas piezas con sublimes trazos de abstracción, trabajando en sus talleres entre el barro del ser y el torno del raciocinio.

En Utopía las batallas son despiadadas, en los folios enfrentamientos épicos se dan, las plumas intercambian golpes a base de tinta, las huestes de palabras hostigan incansablemente al enemigo, los choques dialécticos destrozan la barbarie de los corazones de los utópicos, trabajando y agudizando su ingenio, su conocimiento y su cultura. El papel es su campo de batalla, la tinta son sus balas, las palabras sus tanques, las frases sus bombas, la coherencia y la razón su perfecta estrategia de batalla; el mutismo la derrota, la incoherencia la humillación, la razón su victoria. 

Utopía es un sueño que habita allá donde la luz de la razón se impone a las tinieblas del atraso; vive en los libros y en las bibliotecas, en los cuadros y museos, en las aulas, en las Universidades, vive en los corazones de los lectores, se alimenta de las inquietudes de las almas cultivadas, se vislumbra en cada creación de sus pescadores y labriegos, los pintores y escritores, se nutre de las mentes que no claudican ante  el inminente horror de las sombras. En Utopía no hay cadenas que opriman, los utópicos gozan de la libertad que les concede el conocimiento; allí los guía esa dama que porta el pabellón de la emancipación en la diestra y fusil en la siniestra, con el pecho descubierto y el rostro sereno, la dama que libera al ser de la pesada carga de la realidad: es la cultura hecha libertad que guía al pueblo. Utopía es en sí misma libertad, pues nadie puede controlarla, nadie puede someterla, nadie puede imponerle un yugo, pues se encuentra en la región de la imaginación, en el país del alma, en el centro exacto del ser, muy lejos de los opresores de vidas y los destructores de sueños que contaminan el mundo de los hombres.

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