sábado, 21 de abril de 2012

Un día en el infierno, tercera y última parte

Las explosiones turbaron la alegría de Mohamed e hicieron que se le cayese al suelo la chocolatina que estaba saboreando. Las bombas comenzaron a explotar a su alrededor, muy cerca de su escondite. Aterrado por el fuego, el humo y la metralla intentó buscar otro refugio, pero levantarse en ese momento suponía la muerte segura. Sin embargo, permanecer allí bocabajo suponía también un riesgo altísimo, pues la metralla podría alcanzarle en cualquier momento. Mohamed, desesperado y horrorizado, comprendió que no le quedaba más alternativa que meterse debajo de uno de los cadáveres que estaban por allí cerca esparcidos. Sacando fuerzas de donde no las había logró meterse debajo de un cadáver frío y de un pálido espectral mientras que las bombas seguían cayendo en un mortal aguacero de fuego.
Pasados unos eternos instantes la lluvia de proyectiles cesó y dio paso a un ataque de los soldados del gobierno. Mohamed los vio pasar muy cerca de él y disparar hacia el otro lado de la plaza mientras que el seguía escondido debajo de aquel putrefacto cadáver que desprendía un hedor insoportable. Cuando todo hubo pasado y los soldados se alejaron persiguiendo en una loca carrera a los milicianos rebeldes, Mohamed salió de su refugio y vomitó asqueado por el nauseabundo olor al que había estado sometido durante el tiempo que duró todo aquello. Con la plaza despejada, era el momento de volver a casa con las tres chocolatinas que le quedaban y las lata de conservas, aunque no tuviera ya el más mínimo apetito.

El Sol comenzaba a ocultarse en el horizonte mientras Mohamed regresaba con sigilo a su hogar. Las columnas de humo se elevaban por toda la ciudad mientras los tiroteos se alejaban y apagaban con la llegada de la noche. Para cuando Mohamed llegó a su casa, en la ciudad reinaba ya una calma absoluta, como si la guerra hubiese decidido irse a descansar.

Una vez estuvo en el interior, el muchacho se desnudó y arrojó la ropa a un rincón mientras buscaba otra cosa que ponerse, pues aquellas prendas estaban impregnadas del fétido aroma a muerte del cadáver que le había salvado la vida en la plaza. Tras encontrar algo que ponerse y vestirse, rezó a Alá como su padre le enseñó, orientándose a la Meca, y le pidió que le siguiese protegiendo como hasta entonces lo había hecho. Cuando terminó la oración decidió acostarse en su cama, sintiéndose afortunado por haber escapado un día más a las garras de la muerte. Se durmió recordando sus juegos infantiles, cuando la guerra era una simulación y no una atroz realidad, cuando los cadáveres eran imaginarios y no apestaban, cuando las heridas no dolían, cuando morir y matar era solo un juego. Recordaba todo aquello con la nostalgia propia de un hombre que mira en la distancia su niñez con la certeza de que jamás podrá recuperarla. 

2 comentarios:

  1. ¡Caray, Pablo! Sobrecogedor relato. La verdad es que no es fácil, desde nuestra perspectiva de hombres occidentales a salvo de la guerra, adoptar el punto de vista de un niño. Víctima, como muchos otros niños en el mundo, de guerras atroces que no comprenden y que les roban la infancia. La verdad es que las escenas de enfrentamientos en la calle están muy bien descritas. Y, sobre todo, las sensaciones; el hambre, el miedo, el asco...etc.¡Muy buen relato! Me gustó mucho. Lo voy compartir virtualmente por ahí, si no te importa.

    Un saludo y enhorabuena por esta historia tan bien contada.

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  2. Gracias, de verdad. Fue un relato en el que puse muchas ganas por aquello de que lo presentaba a un concurso, y ya que los jueces decidieron que no era lo suficientemente bueno para ganar quise compartirlo con vosotros, mis seguidores. Intenté dar, a través de este relato, otro punto de vista de lo que la prensa ha denominado "Primavera Árabe", el punto de vista de los que se ven involucrados, sin querer ni comprender, en el horror de la guerra. Espero, desde la distancia y la invención, haberlo conseguido.

    Por supuesto que puedes compartirlo, lo que más deseo es que mis líneas sean leídas, difunde cuanto quieras.

    Gracias una vez más

    Un saludo

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