martes, 21 de febrero de 2012

Sueños de verano, Capítulo cinco

Sus labios se rozaron durante unos segundos atraídos por la dulce fuerza del amor. El primer beso solo fue el preludio de muchos más, primero suaves y mimosos, más adelante apasionados, dejando paso a la lengua a través de las carnosas puertas del amor. La toalla que cubría a  Daniela se resbaló despacio, sin que ella hiciera nada por evitarlo mientras que a Rodrigo empezaba a sobrarle la camiseta. Contemplaron sus cuerpos desnudos sin ningún pudor, pues nada hay de vergüenza cuando se ha claudicado ante la pasión. Rodrigo la recostó delicadamente en la cama, aun húmeda y cada vez más extasiada de amor. Se abrazaron durante largo rato, se besaron despacio, acariciando cada parte de sus desnudos cuerpos totalmente poseídos por el deseo. Nada importaba más que ellos dos, el resto del mundo dejó de existir en aquellos minutos de dicha infinita. En medio de aquella danza del paraíso, de aquel sueño con tintes de realidad, sonó el teléfono.

Rodrigo miró a Daniela y soltó una carcajada. En los ojos de ambos se leía que quien fuese no podía ser más inoportuno. Daniela se cubrió el cuerpo con la toalla y fue a cogerlo mientras Rodrigo se quedaba recostado en la cama, tratando de poner en orden sus ideas después de aquella dulce locura en la que hasta hacía unos momentos se encontraba inmerso. Nunca habría imaginado que aquel momento especial pudiese ocurrir de una manera semejante, pero así había sido desde el principio su relación con Daniela, un dulce remolino de acontecimientos espontáneos que lo habían llevado a tocar el cielo.

Pronto volvió a la realidad, ansioso por volver a contemplar el cuerpo desnudo de Daniela y tocar su pelo, deseoso de beber el dulce néctar de sus labios y sentir el aroma de su piel. Escudriñó el aire para percibir el sonido de su deliciosa voz y poder así averiguar el por qué de su tardanza. El silencio reinaba en toda la casa, Rodrigo podía escuchar lo que pasaba en la calle, lo que hablaban los vecinos, pero no la escuchaba a ella, todo estaba tranquilo, en paz. De repente escuchó unos sollozos y una voz tartamudear, la misma voz que hacía unos instantes le decía palabras de amor al oído. Bajó las escaleras corriendo.

En el salón aun en penumbra apenas se distinguía la figura de Daniela, rodeada de tinieblas. Totalmente sumida en la oscuridad, sus ojos ya no brillaban. Sin embargo si lo hacían sus lágrimas. Rodrigo se acercó, confuso y asustado. La impotencia de no saber porque la dicha de Daniela se había transformado de inmediato en una pena que le desfiguraba el rostro y llenaba sus mejillas de ríos de lágrimas le asustaba. ¿Sería por él por lo que lloraba? No, imposible. Era por la llamada. ¿O no? Las dudas empezaban a asaltarlo mientras su inseguridad crecía, ya no tenía la certeza de nada. Daniela colgó el teléfono.

-Dani ¿Qué pasa? -dijo con la voz temblorosa-.
-Rodrigo...Juan Pablo, está....está en el hospital. La moto... iba muy rápido...

Daniela pronunció aquellas palabras con un hilo de voz mientras de sus irritados ojos salían cada vez más lágrimas. Rodrigo comenzó a comprenderlo todo. No le hicieron falta más que los balbuceos de Daniela para entender lo que había pasado. "Maldito imbécil" pensó. No pudo evitar que su ánimo se hundiese, que el rápido cambio de la cálida excitación a la fría angustia le descompusiera el cuerpo y lo dejara helado en pleno agosto.

Abrazó a Daniela, la beso en la mejilla y secó con sus manos las lagrimas de aquel bello rostro maltratado por el sufrimiento. "¿Está vivo?" preguntó temeroso con la voz entrecortada, como no queriendo saber la respuesta por miedo a que esta fuese fatal. "Si" alcanzó a decir Daniela, cada vez más descompuesta. Rodrigo le pidió que se vistiera rápidamente mientras él llamaba a un taxi que los llevara directamente al hospital. Mientras marcaba los números en el teléfono, rodeado por la oscuridad del salón, pensó como la felicidad más grande puede ser truncada en cuestión de segundos por caprichos del destino. Daniela le bajó a los pocos minutos su ropa y Rodrigo se vistió en silencio. Poco tiempo después llegó el taxi y salieron hacia el hospital, nerviosos y angustiados.

1 comentario:

  1. Vaya, con lo bien que iba... Juan Pablo se lo andaba buscando, pero ¡qué inoportuno! Espero que no sea nada y estos dos tengan una nueva oportunidad. Me he quedado con la miel en los labios, nunca mejor dicho.

    Un abrazo.

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