sábado, 31 de diciembre de 2011

Sueños de verano, capítulo tres

Las palabras se acumulaban en su garganta pero morían en el trayecto hacia sus labios. Permaneció durante una eternidad callado, recuperándose de aquella broma del destino. "Hola Rodrigo" dijo con su dulce voz. Rodrigo alcanzó a responderle con un simple hola. Había estado todo el día planeando un encuentro, deseando verla, anhelando una oportunidad de volver a contemplar la hermosura de su pequeño rostro, y, sin embargo, ahora no sabía que decir.

-¿Qué haces aquí parado Rodrigo?-dijo Daniela con una tierna sonrisa en sus labios.
-Estaba contemplando la puesta de Sol.
-¿Puedo acompañarte?
-¡Por supuesto!

El Sol acariciaba sus rostros con la débil luz del día que muere. Rodrigo dejó de mirar aquel paisaje que tan bien conocía y miró a Daniela. Sin duda no es una morena ardiente, ni tenía trenzas de oro, pero la deseaba profundamente. Bañada por aquella luz anaranjada, con su melena mecida por el viento, parecía un sueño inalcanzable. En ese instante le miró, y sus miradas se cruzaron durante segundos que parecieron años. Esa sincera mirada, esos carnosos labios hechos de pura pasión, lo invitaba a algo que deseaba desde la noche anterior. Pero se contuvo, era demasiado pronto para todo, tanto más para aquello. Además le consumía un miedo mayor a cualquier otro que hubiese experimentado anteriormente: el miedo al rechazo. No sería el primero, sin duda, pero con Daniela no podía precipitarse, era demasiado importante como para cometer un fallo.


-Dijiste que querías volver a verme-dijo Daniela volviendo a mirar al horizonte-.
-Así es. Tenía muchas ganas de que llegara este momento.
-¿De verdad?
-Si. Es extraño, ayer a esta hora estaba en este mismo lugar, contemplando lo mismo que contemplo ahora, despreocupado, disfrutando de este bonito paisaje. No te conocía. Sin embargo, ahora siento como si te conociera de toda la vida.
-No importa tanto el tiempo que conozcas a una persona como lo que conozcas de esa persona- dijo ella tras estar un tiempo callada, reflexionando-. Es posible que ahora mismo, tras un solo día, sepas más de mí que mi primo en todos los años que he pasado junto a él. Ayer nos abrimos tanto el uno al otro que no podemos ser ya extraños.
-Tienes razón.
- Yo también tenía ganas de que llegara este momento Rodrigo.

Daniela se volvió hacia él y le dio un abrazo. Él se lo devolvió con toda la ternura que pudo, pues le temblaban las piernas. Lo había sorprendido desde el primer momento, y lo seguía haciendo. Encontrársela allí, el abrazo y, sobre todo, aquellas palabras cargadas de razón. Estaba totalmente de acuerdo con ella, sabía que el tiempo no importaba desde el mismo instante que se separó de Daniela la noche anterior. Sabía que, pese a conocerla unas horas antes, aquella muchacha de mirada intensa y rostro encantador debía ser suya. Ahora había comprendido que no era locura, que cosas así a veces pasan, a veces dos personas se desean tanto que no importa el ayer ni el mañana, sino satisfacer aquel deseo que los consume, conectan tan profundamente que nada importa, nada de lo que les rodea tiene sentido, son solo ellos dos, y todo lo demás es polvo y aire.

Tras el abrazo permanecieron cerca, como con miedo a que la magia se diluyese. Sus rostros se acercaron, a Rodrigo se le aceleró el corazón, latía tan fuerte que tenía miedo de que Daniela lo escuchase. No podía saber que Daniela luchaba en aquel momento por reprimir aquel mismo violento bombeo. La nariz de él tocó la de ella, los ojos de Daniela se cerraron. Rodrigo la miró, estaba allí, tan cerca, tan dispuesta, era demasiado fácil. Ahora sabía que no le rechazaría, que aquello que anhelaba podía pasar, pero no lo quería aun. Las cosas deben ir más despacio, lo bello es vivir cada momento, palpar la esencia de cada instante de amor y conservarlo en un rincón de la memoria para siempre como un bello tesoro. Aquello no debía suceder aun.

Daniela pronto se dio cuenta de lo que pensaba Rodrigo. Le dio un beso en la mejilla con la ternura a la que le tenía ya acostumbrado y se ruborizó. No hicieron falta palabras, todo lo que necesitaban transmitirse estaba en sus miradas y en sus gestos, en su complicidad. Un nuevo abrazo, una nuevo momento mágico, más corto pero más intenso que el anterior. Rodrigo sabía que era hora de despedirse, el Sol apenas desprendía ya un poco de claridad en el horizonte, totalmente oculto tras este.

Rodrigo acompañó a Daniela a su casa y se despidió de ella con un beso en la mejilla. Antes de irse Daniela le dio su número de teléfono. Contempló su silueta hasta que desapareció por el marco de la puerta de su casa. Rodrigo se quedó allí parado, mirando el papel donde Daniela le había dado algo más preciado que cualquier cosa que poseyese: el medio para poder contactar con ella. Mientras miraba el papel recordaba todo lo que aquella tarde había acontecido. Todo el sufrimiento del resto del día no importaba, solo el instante del embarcadero, aquellos minutos en que el mundo se paró mientras su corazón quería salirse del pecho y sus labios deseaban a los de Daniela.

Comenzó a caminar hacia su casa despacio. Sabía que era tarde, y que su madre estaría preocupada, pero nada importaba. En su mente se hilaban cientos de pensamientos que construían sueños de mil colores. Sabía que había hecho lo correcto; el escenario era el adecuado, pero el momento no era el justo. Todo debe tener un prólogo, un comienzo pausado que poder saborear con placer y desear que no acabe sino en otro momento aun más dulce. Tras un día duro y una tarde sorprendente, ahora Rodrigo estaba convencido de que todo saldría bien.

2 comentarios:

  1. Esta muy bien el blog, no lo conocía hasta ahora, me pasaré más a menudo a leerlo. Aprovecho para felicitarte el 2012, un saludo!!

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  2. ¡Gracias David! Entre tu blog y el mío haremos que nuestros lectores cumplan aquello de "Mens sana in corpore sano"
    Un saludo

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